Viernes 7 de enero de 2011
Estaba profundamente dormida cuando escuche el teléfono sonar, como es costumbre mi esposo fue quien dispuso tomar la llamada pues en ocasiones anteriores ni las alertas de terremoto me han podido despertar; solo pude escuchar a mi esposo expresar: doña traten de calmarla y mañana vemos que hacemos. Unas horas después entendí el porqué de esta contestación, no sé si por motivos de nervios o confusión mi abuelita le había dicho que mi madre estaba haciendo un berrinché con gritos incluidos; lo cierto es que esta misma versión les fue dada a mi tío y mi hermana, quienes de igual forma se negaron a ir.
Unos minutos más tarde vuelve a sonar el teléfono, en esta ocasión era mi hermana menor narrando una versión enteramente distinta de los hechos, entre sus palabras se compuso una frase que no fue de mi agrado: Ella esta escupiendo sangre!. No les puedo negar que en algunos instantes vacile en salir de casa para ver que estaba pasando, ya que los episodios de mi madre eran una réplica del cuento del lobo, en muchas otras ocasiones salíamos desesperados por una aparente gravedad y cuando llegábamos ella estaba mejor vestida que yo y con mas animo que mi hijo de 6 meses.
Para las 3:00 am mi hermana menor acompañada de una vecina y un amigo cercano a la familia ya habían pasado por dos salas de emergencias para que le pudieran dar un diagnostico del estado de salud de mi madre, el cual no fue para nada alentador. Las enfermeras de una clínica privada le dijeron que ella estaba en un estado crítico y debía ser ingresada con urgencia a cuidados intensivos, el final de la oración fue lo que hizo temblar el corazón de mi hermanita, al indicarle que para ser ingresada debía disponer de un depósito de 100,000.00 pesos dominicanos, que como ustedes comprenderán no se encuentran colgando de las matas. La desesperación embargo a mi hermana menor, la cual me llamo para darme la noticia, yo respondí que era imposible para nosotros juntar ese dinero por tanto acordamos que me recogerían de camino a un hospital público.
Me vasto solo entrar a la supuesta sala de emergencias del Morgan para darme cuenta de que los dominicanos no tenemos esperanza de sobrevivir en caso de una emergencia, mas aun si no disponemos de un seguro medico que nos ayude a costear los gastos. Ser parte de aquel escenario era aterrador, personas, SERES HUMANOS gimiendo de dolor, alterados, vociferando palabras de auxilio, y dos de tres enfermeras sentadas sin prestar ni la mínima atención, mientras las tercera con los pocos recursos que tenía a su alcance hacia el intento de alivianar las penas de los pacientes. Lo mas frustrante de aquella imitación de centro de salud, fue ver como una joven parturienta rompió fuente y dominada por el dolor solo clamaba, y pedía compasión, mientras la encargada de limpieza solo la movió para con el mismo líquido que salió del vientre de la joven trapear el piso; pueden imaginarse el aroma que perfumaba la sala.
Salí hacia los pasillo en busca de algún médico, lo único que encontré fue una enfermera dormida sobre un mostrador, con mi mano derecha di dos palmadas sobre el escritorio y ella alzó la vista y dijo: dime mi prenda (nunca había escuchado esa frase), le explique que necesitaba un doctor para mi madre, y ella solo respondió: ahora mismo no hay.
Pasado unos minutos me acerco a una de las enfermeras que se ocultaba tras un mostrador como quien no tiene nada que hacer, le expreso en un tono de voz muy calmado: mi madre tiene como 20 minutos que llegó y nadie la ha visto, ella esta escupiendo sangre, la escoria humana con disfraz de enfermera me mira a medias (en buen dominicano cortándome los ojos) y dice: ¿y que tu quieres que yo haga? Que espere; mi razón se bloqueo por 2 segundos y me imagine su sangre adornando las paredes cercanas, pero pude tranquilizarme y volver en sí. Me acerque a otra enfermera que aparentemente tenía más rango para explicarle el estado de mi madre, esta al escuchar la palabra “sangre” cambio su expresión facial y sin demoras fue al auxilio; inmediatamente ordeno una radiografía y algunos análisis. Lo que yo no sabía y pude descubrir de camino a tirar la placa, es que la silla de ruedas en la cual estaba sentada mi madre era prestada, propiedad de otro paciente que por suerte pudo encontrar una camilla, ya que la silla que ubico la vecina al momento de nuestra llegada era de una enfermera quien sin ningún remordimiento le pidió a mi madre que se parara de su silla; por suerte para ella y para evitar los gastos del cirujano yo no me encontraba presente en ese momento para darle una clase de anatomía y mostrarle a puños cada parte de su cuerpo.
La enfermera del laboratorio con toda calma y normalidad me indico que salieran a buscar un vasito de café para tomar las muestras de orina, el mismo vasito que abandono debajo de una mesita de metal a expensas de cualquier bacteria. Llevábamos 3 horas esperando (hasta un tío nuestro llego con su esposa) cuando otra bestia con uniforme exclamó en alta voz: ¡salgan los familiares y solo dejen los pacientes que ustedes no quieren colaborar! Como el cuarto acto de humildad de esa madrugada me retire de la habitación sin decir media palabra, a los cinco minutos volví para ver el estado de mi madre y la misma animal que vociferaba miro a mis ojos en un tono muy altanero dijo: ¡yo no te dije a ti que salieras! Si ese mismo fue el momento, la sangre me subió al cerebro y bloqueo todos mis conocimientos de educación y civismo, le ofrecí darle un baño en su sangre, y pedí le quitaran el suero a mi madre para de una vez y por todas salir de aquella cueva de la muerte; la misma escoria humana con disfraz de enfermera que me atendió en un principio tirando una hoja sobre el mostrador grito: ¡aquí no le vamos a coger presión a nadie, si se la quiere llevar que se la lleve, uno aquí sin dormir y ellos quieren venir con presión! (pensando aquí como los locos no es para eso que le pagan a estas taradas) la sangre que me subió al cerebro activo mi cuerpo y sin pensarlo fui a tomar la hoja para hacérsela tragar como una aspirina, el acontecimiento que estaba por ocurrir fue detenido por un seguridad que me tomo de los brazos y me saco del hospital. Unos minutos después entre a la sala y logre sacar a mi madre de ese penoso lugar.
Ya para las 7:00am estábamos entrando a la sala de emergencias del Hospital Marcelino Vélez, rápidamente me acerque a un escritorio donde dos enfermeras me indicaron cual de los doctores me podría ayudar. Simplemente expuse el caso de mi madre una sola vez, y un equipo médico fue al auxilio, la aislaron de los demás pacientes de emergencias, llevándola a un espacio más privado que contaba con todos los aparatos necesarios para darle la asistencia que su condición requería. Mi corazón palpito con temor al ver más de 15 personas entre médicos y enfermeras abrir y cerrar las cortinas del pequeño espacio. Entre por lo menos cinco médicos empezaron a administrarle medicamentos intravenosos, mientras daban golpecitos en su espalda para ayudar a sus pulmones.
Una vez la vi más estable decidí ir a mi casa para organizar las cosas de mi hijo, ya que como había salido de madrugada no tuve tiempo de lavar sus biberones y prepararle comida, me lleve a mi hermana menor para que pudiera descansar, puesto que el plan era que ella haría las guardias nocturnas y yo las diurnas. Dos horas después volví al hospital, al entrar encontré un panorama totalmente distinto al que deje, en ese tiempo que estuve ausente mi madre hizo una crisis tan fuerte que tuvo que ser conectada a un respirador artificial.
Mi hermana mayor se nos unió esa mañana, pasamos varias horas viendo a mi mamá entubada sin moverse, respirando tan forzado como quien no encuentra oxigeno; nuestras caras se empañaron, y no pudimos evitar sentirnos un tanto culpables de no haberle prestado atención antes. Solo podíamos observar y esperar, finalmente un doctor se nos acercó para darnos un diagnostico, nos dijo que ella estaba viva solo por el respirador artificial, que dada su condición debía ser ingresada a cuidados intensivos, pero en su estado era imposible moverla de emergencias hasta que se estabilizara, mientras tanto podíamos comenzar el procedimiento para ingresarla.
Ya para la noche mi madre fue ingresada en cuidados intensivos, mi hermana mayor decidió pasar la noche con ella por si se presentaba cualquier necesidad.
Capítulo 2
Sábado 8 de enero de 2011
Amanecí con un esquema en la cabeza de las cosas que tenía que hacer antes de llegar al hospital; lave biberones, prepare bultos, hice comida, todo lo necesario para que a mi hijo no le faltase nada en mi ausencia.
Llegue al hospital, camine los pasillos con esperanza, tome el ascensor con anhelos, y llegue al tercer piso con deseos de escuchar que todo estaba bien, apenas abrieron las puertas del ascensor pude ver caras familiares, mis tíos y mi hermana mayor se encontraban frente a la estación de enfermería.
No puedo borrar de mi mente el estado en que encontré a mi hermana mayor esa mañana, sorprendentemente después de haber pasado la noche en una silla sin pegar un ojo, ella estaba más fresca que una lechuga, perfectamente peinada y perfumada. Esa fortaleza y elegancia de mi hermana mayor son herencia propia de nuestra madre.
El que conoció a mi madre en su juventud no la hubiese reconocido en su vejez, pues era la mujer más elegante y exquisita que hayan podido imaginar. Desde su cabello que estando teñido de cualquier color era hermoso, lacio y con cortes tan perfectos como su hubiesen sido hechos por estilistas europeos. Su rostro impecable, con combinaciones de color tan sensacionales como si el mismo Jochy Campusano saliera de su estuche de maquillaje cada mañana: pestañas postizas, lentes de contacto, etc. Eran detalles usuales en el rostro de mi madre. Combinada desde la cabeza hasta los pies, con los vestuarios más selectos, y los accesorios más impactantes. Tenía una piel de porcelana, pues no existía crema en el mercado que no usara. Sus manos y pies parecían de catálogo. Siéndoles completamente sincera, tendrían que tomar cualidades de cada una de sus hijas para poder recrear a mi madre, pues aunque cada una de nosotras heredó diversas cualidades, ninguna como ELLA. Según mi hermana mayor, ella solía decir: El glamur se pierde 20 minutos después de la esperanza, y la esperanza se pierde 1 hora después de la muerte, en buen dominicano terminas en decricaje 1 hora y 20 minutos después de morir, osea antes muerta que sencilla.
Volviendo nuevamente al relato de aquel día, todo transcurrió con normalidad, dos visitas por día una a partir de las 11:00 am y la otra a partir de las 5:00 pm, cada una de media hora, en ninguna de ella pude ver a mi madre abrir los ojos, lo único que hizo revivir mis esperanzas, fue que al levantar la sábana que la cubría uno de sus pies se movió, como si hubiese sentido el frio de aquella habitación.
Al medio día mi hermana menor llegó al hospital acompañada de una amiga y la vecina, pasamos horas hablando de cuantas estupideces nos venían a la cabeza. Lo más gracioso del día fue el gran descubrimiento de mi hermanita quien bajo a comprar algo fuera del hospital, y con mirada de alcón ubicó rápidamente unas sandalias que en cualquier tienda por departamento pasan por costosas, mientras que solo costaban $175.00 pesos dominicanos, ella ni tonta ni perezosa adquirió un par, seguida de mi pues no podía desperdiciar esa oportunidad.
En horas de la tarde mi hermana mayor regreso al hospital, cosa que no entendí en el momento pues el plan era que regresaría en la noche para que descansara todo lo que pudiera, mas cuando se acerco vistiendo ropas y calzados deportivos, una almohada debajo del brazo y un súper abrigo entendí que venía lista para la pelea, preparada para una dura noche de parientes en cuidados intensivos.
Me despedí de mi hermana mayor y regrese a mi casa, mi pequeño me recibió ansioso por jugar con su mami, y jugamos hasta no poder mas, para por fin descansar y prepararme para el próximo día.
Lo que no esperaba aquella noche, era un episodio que me marcaría de por vida. Una vez mi hijo en su cuna, el monitor encendido y yo acostada en mi cama con todas las luces apagadas excepto la del comedor, (esta siempre se queda encendida para que cuando mi esposo llegue no encuentra la casa a oscuras) me disponía a dormir cuando veo pasar una sombra por el pasillo, a través del monitor escucho atentamente como abren la puerta de la habitación de mi hijo, y solo pude decir en voz alta: Máximo eres tú, refiriéndome a mi esposo. Tuve tantas ganas de saber quien estaba en mi casa que le puse un stop a mi pánico y entre valentía y miedo me dirigí al cuarto de mi hijo. Para mi sorpresa no había nadie, no solo en su aposento sino en la casa, busque por todos lados y nada. Me dirigí a la puerta principal la cual estaba abierta, al verificar la puerta de hierro también lo estaba. El primer pensamiento que me abrumo fue pensar en mi madre, pensé que había muerto, unos segundos después reaccione, y me dije a mi misma: si hubiese sido algo con ella ya te hubieran llamado. Encendí el ordenador y le explique a una amiga el extraño suceso, ella solo me dijo que reprendiera eso. Unas horas después pensé que todo había ocurrido para que yo cerrara la puerta; en el perfecto plan de Dios él me estaba protegiendo, y vaya que así fue esa noche mi esposo no regresó a casa, se quedó dormido en casa de su madre.
Capítulo 3
Domingo 9 de enero de 2011
El domingo el sol amaneció con cara de luna, pues solo deseaba volver a dormir, ya que la noche anterior mi mente fue invadida con tantos pensamientos que parecía un lunes en New York. Esa mañana arregle todas las cosas de mi hijo, mi hermana menor llegó a mi casa y juntas abordamos un taxi hacia la casa de mi tío, quien nos llevaría al hospital mientras su esposa cuidaba de mi pequeño angelito.
Una vez más subimos al tercer piso, pero esta vez se sintió tan familiar como si estuvieses entrando a un lugar donde siempre estaríamos. Ese día fue revelador y conmovedor.
Las horas pasaban como quien se vuelve enemigo del tic tac del reloj, y para matar el tiempo me empecé a relacionar con los parientes de los demás pacientes de cuidados intensivos. Se narraron tantas historias que mi corazón experimento una frase muy común “existen personas que están peor que yo”.
Juan era un hombre que había amado dos cosas inmensamente: el alcohol y las mujeres, tras varias advertencias de su Dra este continuo llevando una vida de adicción a las bebidas, y lo peor sucedió. Daño tanto su cuerpo con ese veneno en botellas que la mayoría de sus órganos estaban inservibles, sus arterias y venas no aguantaron mas, mientras una ulcera sangrante le teñía los dientes de sangre. Su hermana Judy y su ex esposa Sol, tenían más de una semana viviendo en el hospital, pues su estado era tan crítico que sentían que si se marchaban recibirían la terrible llamada. Mientras tanto en casa de su ex esposa le esperaban tres hijos, y otro varón que nunca fue reconocido ansiaba conocerle.
En la misma sala de intensivos se encontraba una joven que recién había dado a luz, no recuerdo bien cuál era su condición, pues quede conmovida por los relatos de la infancia de su madre, quien al igual que Judy y Sol tenía días viviendo en el hospital para estar al pendiente de su hija. Su madre nos narró como ella había sido una niña marginada por su propia madre, quien nunca le dio amor, ni un hogar donde vivir; durante un largo tiempo las calles fueron su morada. Nos relató como solía ser una rebelde con causa que no lograba mantener un trabajo, ni una relación estable, hasta que Dios amanso su corazón. Dios fue tan justo que la madre de la señora enfermo de gravedad, y para enseñarle un acto de bondad a la anciana, la única persona que le atendió fue la hija que ella siempre despreció. Esta historia me enseño que nunca podemos cargar con la maldad en el alma pues esta algún día te cobra la estadía.
Los relatos seguían siendo contados, cuando escuche la narración más triste de un fatídico accidente. Una joven hermosa, y un hombre cruzaban en una jeepeta el puente de la 27, de pronto el joven pierde el control del vehículo estrellándose contra un soporte del puente, con el impacto la joven sale disparada por el vidrio y su cuerpo es atravesado por una varilla del mismo puente. Sus hermanas y su esposo tenían un mes viviendo en el hospital solo para ver como día a día se deterioraba más la salud de la joven madre de dos hijos. Ya para esa fecha le habían cortado una pierna, y cada día empeoraba más.
En aquellos días fuimos testigos de un escándalo familiar entre una hermana de la joven y el esposo de la misma, la hermana había arañado y golpeado al esposo de su hermana por motivos tan confusos como las distintas versiones del accidente, pues sus hermanas decían que el dueño de la jeepeta era un taxista y ella solo era una pasajera, mientras unos seguridad del hospital habían escuchado que el esposo de la joven era taxista, y el joven involucrado en el accidente parecía ser un amante. Solo Dios sabe la realidad de los hechos, lo cierto es que nunca había visto a un hombre tan calmado y frio, mientras su esposa de debatía entre la vida y la muerte, y al mismo tiempo podía ver una tristeza en sus ojos al hablar de ella.
Dentro del grupo de parientes también se encontraba un esposo modelo, un hombre tan ejemplar que tenía desde principios de enero amaneciendo en el hospital, y solo iba a su casa para bañarse. Todo este gran esfuerzo porque su esposa tenía problemas respiratorios muy fuertes y debía estar en constante observación. El virtuoso esposo nos narró como en una ocasión fue a su hogar para tomar una ducha, cuando le sonó el celular, sus manos se congelaron y no tuvo el valor de contestar la llamada, pensando que su esposa había fallecido. Lo cierto es que la llamada solo fue para que comprara unos medicamentos.
Y entre cuentos e historias el atardecer le hizo antesala a la noche, y pude ver a mi madre despierta, movía sus labios como quien quiere decir algo importante, sus eran el mas puro reflejo de sufrimiento y desesperación, no pude evitar desplomarme, recuerdo que ese día perdí las esperanzas. El día murió y la noche nació, y una vez más me encontraba en el camino de regreso a casa.
Capítulo 4
Lunes 10 de enero de 2011
Y allí estaba el lunes, con olor a día feriado, con sabores de trasnocho, preparándole el vestíbulo a la pérdida. Ese día permanecí toda la mañana en casa, pues estaba recargando fuerzas para aguantar ser el pariente que cubre las madrugadas.
Recuerdo que mi primordial ansiedad era llegar para la última visita, ya que como marcharía en la mañana del día siguiente no podría ver a mi madre. Llegue al ya famoso tercer piso justo a tiempo, para mi asombro mi madre estaba sin el respirador artificial observando la habitación con cara de confusión, y al mirarme solo dijo: ¿Qué haces aquí? Como quien piensa más en el bienestar de mi hijo, que en su propio estado de salud. Estaba tan feliz de verle hablar que mis esperanzas regresaron, y asumí que pronto estaría en casa.
Esa noche los familiares de los pacientes compartimos historias, reímos, hablamos del futuro, y por primera vez se nos dio el primer boletín alentador. Una doctora que estaba de turno fue invadida con nuestras preguntas, recuerdo que cuando mencione a mi madre solo dijo: “ella está bien, solo que a veces se le va la guagua (no pude evitar reír), mañana creo que la pasare a una sala normal junto con dos pacientes más”, que al parecer indicaban un progreso similar.
Capítulo 5Martes 11 de enero de 2011
Mi madrugada se transformo en una kamasutra de cómo dormir en una silla de hospital, no recuerdo cuantas decenas de posiciones trate para dormir aunque sea una hora, pero la operación fue un fracaso, era imposible adaptar el cuerpo a las sillas azules de plástico con textura de hierro.
Para las tres de la madrugada todos nos encontrábamos peleando nuestras propias batallas con el sueño, cuando llega una enfermera y pregunta por los familiares de la joven que había perdido la pierna, su hermana mayor solo la miró con cara de convencimiento y le dijo: ¿Ya se murió?, y la enfermera solo afirmó la tragedia. Llegaron sus hermanas menores, y el eco de su llanto inundo los pasillos, su esposo entró a verla por última vez y al salir pude notar el consuelo como parte de su mirada.
Esa noche la estrella de la obra “Sáquenme de aquí” fue mi madre, paso la noche entera vociferando a todo pulmón. Como la escuche tan animada, no me preocupe tanto al verla dormir en una pequeña visita que nos dejaron hacerles a los pacientes antes de las ocho de la mañana.
Finalmente mi relevo aparece en el ascensor, y me llegó la hora de volver a casa. Al llegar al parqueo mi principito con alegría me recibió junto a su padre. Nuevamente estaba de camino a casa.
Ese martes llegue a casa con deseos de dormir, pero mi pequeño solo tenía ganas de jugar, así que tuve que poner mis deberes de madre antes que mis pretensiones físicas. Gracias a Dios mi bebe se acurrucó conmigo un rato, lo suficiente para recargar un poco mis baterías.
El día paso muy rápido, y pronto llegó la hora de volver al hospital. Unos minutos antes de partir mí pequeño vomitó lo cual despertó mi preocupación, pero mi esposo me calmó y dijo que no era nada, que él estaría atento. Esos últimos minutos en mi hogar fueron de disputas familiares, por motivos que no vale la pena revivir.
De camino al hospital, hice una parada en casa de mi amiga Alejandra, donde me prepare como soldado para la guerra con una silla de bebedor (de esas que se cierran y abren en cualquier liquor store) además mi amiga insistió en que me llevara una corcha de lana para poder soportar el tremendo frío que me esperaba.
Llegando al hospital llamé a mi hermana menor para que bajara a recibirme en el parqueo, y así poder relevarla. Unos pocos minutos después ella me llamo con desesperación en sus palabras, y evidencia de llanto en su voz, me informó que mi madre estaba haciendo una crisis, y que debía llegar lo más pronto posible. Supe sin saberlo que algo no andaba bien, y detenida por un semáforo en rojo suplicaba a Dios que al llegar la crisis hubiese pasado. Si hubiese tenido súper poderes hubiese llegado volando.
Al llegar a la puerta de emergencias del hospital agarre todos mis bultos para subir como quien esperaba pasar toda la noche en el lugar, mi esposo que ya al tanto de la terrible noticia me dijo que subiera sin nada que él me llevaría las cosas luego, él solo trato de protegerme de tener que afrontar la realidad tan pronto.
La desesperación me hizo subir por las escaleras hasta llegar al tercer piso, solo escuche llantos y supe que había ocurrido, caminé hasta la estación de enfermería y vi a la vecina llorarse el alma en una silla, fue así como recibí la terrible noticia. Toque el timbre de cuidados intensivos, y entre más llantos que palabras pedí verla. En ese momento dos enfermeras la despojaban de todos los cables que seguían pegados a su pecho, tomé su mano que estaba tan fría como un bloque de hielo y entendí el llanto de la hermana de la joven que perdió la pierna, pues ahora era yo quien gemía de dolor. La abrase, la bese, y pregunte a las enfermeras, estas con lágrimas en sus ojos me indicaron que no entendían porque había pasado pues ella se encontraba mucho mejor, y acusaron a un paro cardíaco como el autor del crimen de mi madre.
Salí de la sala en shock, sin alma, sin palabras, sin movimiento alguno, recuerdo que mi esposo llegó y me abrazó, otros de los parientes de los pacientes también me consolaron. Pero aun así estaba parada en los rieles del tren que se dirigía hacia mí, y no tenía intención de moverme.
Llegaron mi hermana mayor y mi tío, y Dios puso la calma suficiente en ellos como para que pudieran resolver papeleos, mientras yo naufragaba en mi propio llanto en el parqueo del hospital. Llegaron mis amigas Jatnna y Johanny, quienes han estado para mí en todo momento, y supieron sacarme de aquel túnel oscuro en donde mis pensamientos me golpeaban con la realidad.
Esa noche llegué a casa sin una parte de mi, sin asimilar lo que había ocurrido, no pude dormir, solo me entregue al desconsuelo y lloré, y lloré como una bebé sin su madre. Como una niña abandonada por el amor más grande. Creo que me dieron algo, alguna cosa para sedarme, pues recuerdo que el teléfono fue quien me despertó, y antes de abrir los ojos lloré dormida, como quien despierta de una pesadilla.
Capítulo 6
Miércoles 12 de enero de 2011
Como muchos saben este es el día de mi maldecido cumpleaños, no crean que me expreso de esta manera por gusto. Esta históricamente comprobado que ese día ocurren peleas, muertes, enfermedades, desastres naturales y un sin fin de actos malignos. Este año no fue la excepción, aun habiendo pronosticado que acabaría con esa cábala y por primera vez desde que tengo 11 años celebraría mi cumpleaños. Hice invitaciones, diseñe centros de mesa, diseñe los cupcakes, hasta hice gestiones de reservar algún bar. Pero como ya saben la tragedia una vez más toco a mi puerta, lo curioso es que haciendo la investigación para este capítulo solo me convencí más de que es un día maligno.
Verifiquen los enlaces a continuación:
1807: parte de la ciudad de Leyden (Países Bajos) es destruida por la explosión de un buque cargado de pólvora.
1816: en Francia, una ley del gobierno destierra a toda la familia Bonaparte.
1881: en el marco de la Guerra del Pacífico, en la batalla de San Juan de Chorrillos se enfrentan Bolivia, Chile y Perú.
1940: Rusia bombardea ciudades de Finlandia.
1942: en el marco de la Segunda Guerra Mundial, Japón declara la guerra a las islas orientales holandesas después de haber invadido las Célebes y Borneo.
1954: en Australia mueren más de 200 personas a causa de un alud.
1967: En el Volcán de Agua en Guatemala, ocurre una fuerte nevada, cubriendo la cumbre en su totalidad. Esa fue la última vez que nevo sobre este volcan guatemalteco.
1970: en España suceden grandes inundaciones por el desbordamiento de los ríos Ebro, Tajo, Duero, Guadiana y Guadalquivir.
1988: en Míchigan (EE. UU.) nacen los primeros quintillizos probeta del mundo. (dato curioso ya que yo también nací en michigan ese mismo día lol)
2008 muere una amiga del colegio Iliana Martinez http://hi5.com/friend/p19004144--ILIANA_MARTINEZ--html
2010: un devastador terremoto de una magnitud de 7 grados, con epicentro a 15 km de Puerto Príncipe (Haití), produce miles de muertos y heridos y numerosos daños materiales.
Me levanté con el deber de mis obligaciones de madre, y con el dolor de que me faltaba mi madre. Sentí un profundo remordimiento, pues no cumplí mis obligaciones de hija al 100%, ya que estaba tan acostumbrada a las telenovelas de mi madre que me volví indiferente ante muchos de sus comentarios, quizás si hubiésemos detectado la verdad ella estaría en casa el día de hoy.
Admito que siempre he sido una soñadora empedernida, y en ese gran mundo de mi cabeza he sido desde cantante hasta actriz; con tan solo cerrar los ojos puedo abrir las puertas de un perfecto mundo imaginario. Dentro mi mundo perfecto existía un proyecto que siempre quise realizar, pero para esto debía disponer de por lo menos un millón de pesos.
Soñaba con remodelar la casa de mi madre, ya había derrumbado la cocina para poner un área de lavado y un cuarto de servicio, en la antigua área de lavado existían dos nuevas habitaciones, y en el patio trasero un jacuzzi con todo y billar. Los pisos eran tan negros como el ébano, y las paredes verdes como su antiguo apartamento. Había toda clase de mobiliario, en especial aquel mueble en L blanco que tanto le gustaba. Para las habitaciones tenía diseños muy personales; la habitación de mi hermanita sería blanca con azul, la de mi abuela con un juego de cuarto en caoba y corchas color vino, pero la de mi madre era un proyecto especial. Tengo recuerdo muy vago de aquel apartamento que pertenecía a mi madre en EE.UU, pero recuerdo un juego de cuarto negro, quería paredes café con leche, aquel juego de cuarto, y corchas de leopardo. Una habitación con una personalidad tan fuerte como la de mi madre.
En mi mundo imaginario, ellas disponían de chofer, y encargada de limpieza, pero nunca de cocinera, pues sería inaceptable no comer las delicias de mi madre. Lo cierto es que todo esto fue una equivocación, debí dejar de soñar y hacerla más parte de mi realidad. No es que no la ayudaba, sino que se que pude ayudarla más.
Quizás nunca debí dejar de trabajar, así nunca se hubiese cancelado su seguro médico, tal vez hubiese tenido mejor atención médica, posiblemente hoy estaría parada en la banca de la esquina jugando uno de sus numeritos.
Volví a mi realidad abandonando mi nave espacial de pensamientos, y me tocó vestirme de negro, para serles sincera tome dos cosas de ese color y no pensé mucho en cómo estaba vestida. Arribé a la Funeraria Blandino para comprobar una vez más que la muerte es un muy buen negocio, pues en nuestro país los funerales con más un acto de sociedad que de humanidad. Habían muchas personas realmente dolidas y conmovidas por la pérdida, mientras otros desfilaban como en las pasarelas fashionistas de París: preocupados por su peinado, sus accesorios y sus vestidos.
Que las palabras que hoy escribo me sean de testigo para cuando llegue la hora de mi muerte. Pido a mis familiares y amigos que por favor no me velen en ese teatro de las funerarias. Busquen un jardín, el más hermoso que puedan encontrar, el botánico les podría servir. No me compren una caja lujosa, ni siquiera me velen en ella. Quiero ser vestida de blanco, con un precioso collar de oro blanco y diamantes con diadema de cruz, con mi cabello suelto muy bien arreglado, con mis ojos perfectamente maquillados, descalza y reposando sobre el pasto con mi cabeza sobre una bella almohada. Quiero muchas rosas blancas, y quiero que todos mis amigos y familiares se vistan de color. Quiero que ese día sea una celebración con postres y bebidas sin alcohol, pues quiero que sea el simbolismo de la realidad.
Quiero que ese funeral se convierta en una fiesta, donde podamos juntos celebrar que cuando vuelva abrir los ojos será en un precioso jardín, donde mis amigos y familiares me esperan con los brazos abiertos. Quiero dormir en el Edén para poder despertar en el.
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